De
blanco como un panadero,
amasando
bolas de piel de ternera.
La
calle tomada por el juego ancestral de la tierra.
Seis
individuos con fajas rojas y azules.
Saca el feridor lanzando la pelota
por encima de la cuerda y cae en el dau,
la golpea de volea el mitger
y de bot i braç la devuelven los azules.
Cruza el aire como una golondrina
y
llega hasta el extremo de la calle,
parece
inalcanzable.
Y
de buenas a primeras el resto la saca
con
más amor propio que técnica
dejando
los adversarios paralizados
viendo
como despega una cometa
imposible
de atrapar.
-Quinze
pa'ls rojos! -grita el que lleva la cuenta.
Y yo sonrío
desde debajo de la cuerda
orgulloso de tener un hijo que no da ni media por perdida.
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