A ti, como a mí mismo, te satisfacía ser de pueblo,
de
un pueblo de l’Horta de València que subsiste
a
la colonización de las formas culturales
de
una metrópolis que crece y vive
de
espaldas a su propio país,
un
país existente en el corazón
de
aquellos que nacen con raíces en los
pies.
Tenías
la facultad de ver
hasta
qué punto el pueblo
iba
siendo engullido.
Tenías
una cierta clarividencia
y
luchabas, porque a pesar del tsunami
que
lo acabaría convirtiendo en una ciudad dormitorio,
en su centro todavía quedaran
vínculos
sólidos y visibles con el pasado
y
las generaciones que nos precedieron.
Aun
así, nunca te encerraste entre los muros del pueblo,
a
ti te ha gustado correr, correr
y
a casa tarde o temprano volver.
No
has temido el momento de escribir un canto a tu pueblo,
a
su paisaje urbano y rural,
a
su gente más humilde, más sencilla.
No
lo has temido y siempre has tenido clara tu identidad,
has
amado tu pueblo y en todo tiempo lo dijiste con la cara bien alta.
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