I
El
cáliz materno se te hacía pequeño
y
te rebelabas agitando los pies
convirtiéndolo
en un piélago de olas
hasta
que un mediodía
se
derramó por el suelo de la casa.
No
te esperábamos aún,
el
médico te retuvo durante horas.
Mientras
tanto, en soledad,
vi
como moría la tarde
deshaciéndose
como una naranja sanguina
sobre
el castillo de Morvedre.
En
encontrarnos por primera vez
tenías
los ojos abiertos de par en par
y
escrutabas curioso el entorno,
una
curiosidad que no te abandonaría nunca jamás.
II
En
despertar, después de la cesárea,
tu
madre me rogó que te contara
uno
a uno los dedos de las manos.
La
obsesión que te faltara
un
miembro del cuerpo la tenía agobiada.
La
luz era escasa.
Te
cogí la mano diestra y luego la siniestra:
pulgar,
índice, corazón, anular y meñique.
Los
volví a contar y entonces descubrí el esbozo de un anillo.
Lo
miré con más atención,
era
un lunar oscuro que sobre tu piel
dibujaba
el mapa de la isla del tesoro que acababa de nacer.
Somos
como todo lo
que no somos
deviene
y es.
Advertimos
solemnemente ahora
la unión
que compartimos
con todos
y todo.
MANUEL
NOVELLA
III
Vagando
un día por la montaña
entre
matorrales de brezo, romero y tomillo
me
encontré con una carrasca pequeña
de
madera ideal para herramientas de trabajo.
Acaricie
su corteza
y
en sus entrañas descubrí
que
había nacido una perla.
Quise
encastarla y unirla a una cadena,
hecha
con los rayos dorados del sol,
pero
la perla no había nacido para ser colgante,
lagrimas
de tinta brotaron de sus ojos y con las manos
dibujó
con ellas una puerta en la pared
y
en traspasarla se liberó.
No, no woman, no woman no cry.
(Del libro "Quadern per al meu fill Arnau" Manel Alonso i Català -Alzira, 2020- Traducción al castellano del propio autor)