Un
cordón umbilical ligero, diáfano,
me
une a las plazas y calles del casco viejo,
a
los islotes de Akatz y de Izaro, al cabo de Matxitxako,
a
las playas de Aritzatxu y Arribolas,
a
la reserva de Urdaibai,
al
litoral abrupto y al azul intenso del Cantábrico,
al
baserri de José Ignacio y Mari Carmen
que
lo acogieron a él y a sus amigos.
Como
un cordón umbilical,
me
nutrirá la memoria de las horas
en
que sufrí miedo de sentirlo frágil
ante
las tormentas del norte,
pensando
lo solo que se sentiría en medio
de
un parking de caravanas.
Y
tú, Bermeo, pueblo euskaldun curtido
en
los temporales del mar,
lo
acogiste como a un hijo más
y
me lo devolviste con el zurrón
lleno
de experiencias, consideración y afectos.
Mila esker bermeotarrei.
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