Dispensar
gasolina en El Puig de Santa Maria.
Dar
charlas en institutos de secundaria
con
un coche viejo por un país que no quiere serlo.
La
radio: promoción, montaje, guión, locución.
Formar
parte del colectivo la Comarca científica.
Limpiar
platos en una empresa de eventos en Puçol.
Ayudar
a un amigo que está a punto de sucumbir
atrapado
por los cantos de sirena de los paraísos artificiales.
Colaborar
en actividades de promoción del plurilingüismo en la Universidad.
Intentar
hacer crecer las primeras páginas de una novela.
Jugar
a fútbol-sala
Escribir
algún poema y letras de rap llenas de sarcasmo.
Hacer
montañismo.
Tener
cuidado de una amiga maltratada.
Repartir
pizzas con una moto por Puçol,
con
la que acabas por tener un accidente en un cruce.
Hacer
un posgrado en la Universidad de Valencia.
Estudiar
rumano.
Pensar
en la eterna asignatura pendiente:
desbloquear
el desencaje que tienes con el resto de la familia,
sabes
que no son tus enemigos,
pero
aun nutre una guerra muda, enterrada.
Estudiar
inglés
Repartir
hamburguesas por Valencia.
Colección
de multas de tráfico.
Volver
a enamorarte.
Tener
cuidado de los diversos corros del bosque de la amistad.
Asistir
al Festhivern después del trabajo.
Hacer
de camarero en un bar al barrio del Cabanyal.
31
de enero, primer caso de Covid-19 en España.
14
de marzo, decreto de estado de alarma.
Parada
general en todo el estado.
Y
tu cerebro a mil revoluciones,
no
puedes dormir, imposible estar encerrado,
escapadas
nocturnas atravesando a pie la comarca
desde
el piso del Cabanyal hasta casa,
el
estrés enturbia las bienvenidas.
Aislado,
fumas y elucubras hasta el paroxismo.
10
de abril, de repente tu mente se colapsa.
Vivir
deprisa para abrir un camino lleno de incertidumbres.