Uno
no tiene que vivir la vida de su hijo
ni
proyectarse en él ni convertirlo en un títere,
aunque
derramemos sobre nuestros actos un río de amor.
Uno
tiene que dejar que tome sus decisiones,
que
elija, que se equivoque y pague por cada error.
Uno
no puede vivir la vida de un hijo,
pero
si la mala suerte, como un desalmado,
nos
lo secuestra y lo mata hay que ser conscientes
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